Época: Periodo prerromano
Inicio: Año 600 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
Área ibera. Pueblos del sur y este de España



Comentario

La aparición de la escritura constituye no sólo un fenómeno lingüístico o epigráfico, sino también un fenómeno histórico de primera magnitud, pues este hecho sólo se produce en aquellas sociedades que han alcanzado un alto grado de desarrollo socio-económico.
Para el mundo ibérico la escritura está atestiguada desde fines del siglo V a. C. por una inscripción existente en la base de un kylix ático, aparecido en Ullastret, cerca de Ampurias, en una zona de clara influencia griega y que debe hacer referencia, sin duda, al propietario de la citada cerámica. No se trata, sin embargo, de la escritura más antigua de la Península Ibérica, como tendremos ocasión de ver cuando analicemos en capítulo aparte las lenguas y la epigrafía prerromanas de España.

Existen dos hipótesis suficientemente contrastadas sobre el origen de la escritura ibérica. Según la primera, no es la más antigua de la Península (De Hoz, Correa y otros), puesto que la escritura hispánica más antigua de la que tenemos noticia aparece en el Suroeste , fruto para De Hoz de la influencia ejercida por la escritura fenicia y que podemos situar en el siglo VIII o, como muy tarde, en el siglo VII a. C. Según este mismo autor, esta escritura del Suroeste se extendió hacia el Este dando lugar por influencia de los griegos a una nueva forma de escritura que es la ibérica. Ambas escrituras coinciden en sus principios básicos, pero al mismo tiempo se diferencian de manera clara en la forma de algunos signos y otros aspectos lingüísticos. Así pues, para De Hoz el origen de la escritura ibérica habría que buscarlo en la escritura del Suroeste.

Pero no todos los lingüistas están de acuerdo con esta hipótesis y se ha formulado una segunda, que mantiene algunas de las afirmaciones anteriores. En esta segunda hipótesis, cuyo defensor más visible es J. Siles, la escritura ibérica se habría desarrollado cronológicamente en un período preciso entre el siglo V/IV a C. al siglo I a. C. y geográficamente en un área bastante amplia desde la Contestania hasta la Narbonense con incursiones hacia la Bética, Albacete y el interior. Sería el fruto de un intenso proceso de aculturación que se inicia con la helenización de la zona costera y termina cuando la latinización llega a su punto álgido, momento también en el que la escritura ibérica desaparecería. El origen estaría en el alfabeto greco-ibérico, alfabeto en el que aparecen los primeros documentos ibéricos más antiguos de Alcoy y el Cigarralejo en los siglos V-IV a. C. y que es consecuencia del contacto entre los indígenas y las poblaciones griegas. De ese alfabeto greco-ibérico derivaría la llamada "escritura meridional", que puede ser considerada como una fase intermedia entre el greco-ibérico inicial y el ibérico clásico resultante. El foco de expansión de esa escritura sería el Sudeste, efectuándose su sistematización progresiva en la zona de Ampurias en contacto con los focenses y expandiéndose hacia el sur y el interior. Este sistema ibérico conocerá, además, la influencia del latino, que lo va a perfeccionar, al tiempo que determina su desaparición.

Pero los iberos no sólo van a adoptar una escritura para su lengua, sino que van a adaptar a su propia cultura un número considerable de tipos de documentos conocidos por los griegos: grafitos cerámicos, lápidas sepulcrales, plomos inscritos, etc. Los más numerosos y significativos hasta el momento presente son las lápidas sepulcrales y los plomos. Los plomos son piezas sin otra misión que la de servir de soporte de escritura. Básicamente parece que contienen documentos de carácter práctico: cartas de negocio, contratos, etc., no faltando alguno como el de El Cigarralejo con un posible contenido religioso.

Finalmente, no es posible separar el uso que de la escritura hace un pueblo de su grado de evolución histórica en cuanto a su organización social y económica, ni de su propio desarrollo cultural. La escritura del mundo ibérico no se usa con fines literarios, ni tampoco parece que haya sido utilizada con fines públicos (no tenemos noticias de ninguna inscripción ibérica hecha por un magistrado o un organismo representativo de la comunidad), lo que conduce a la conclusión de que las inscripciones en lengua ibérica proceden de la iniciativa privada.